sábado, 18 de enero de 2014

raíz.




Yo jamás tendré regalos para ti.


Yo 
masticaré el sol de plastico
que nos guía hacia un cielo abarrotado
y te encontraré bajo el árbol que no proyecta sombra.


Me coseré las noches a las costillas
para que siempre tengas un lugar dónde dormir...
un lugar frío donde te duelan los pulmones.


Yo 
sembraré el orden de las palabras para que crezcan derrotas
que serán victorias cuando las olvidemos.


Yo 
volveré a nacer todos los días con ideas nuevas y manos abiertas
para recoger lo que sobre de tu vientre...


Yo 
dejaré a tus miedos huérfanos con mis propias manos,
sin importar si los querías o no.


Yo 
registraré tus gestos y los archivaré en la biblioteca del aire…

                                            … las anotaciones de la delicadeza.

Yo 
pronunciaré tu nombre completo
y te entregaré todas sus letras 
                                            una por una
con sus inviernos y sus silencios.


Yo 
escucharé tu confesión mil milllones de veces.


Yo, 
      haré todo eso por ti.


Pero a cambio, nunca olvides,


Jamás olvides,


Que la raíz de absolutamente todo,


Es el dolor...


lo llamen los demás.. 


                                como lo llamen.





viernes, 10 de enero de 2014

presta atención.




Presta atención. Sabes lo que queda. Cuál es el resultado cuando empapas las sábanas con todos esos montones de palabras que has aprendido en las salas de espera. A donde terminas tirando los gestos que se rompen en la curva del cuello, justo después de que se acabe el vino. Porqué no entiendes el ritmo de los semáforos, la inclinación de los edificios vacíos ni el cansancio de los espejos. El peso de los nombres de las personas que dicen que os han presentado en un lugar donde no estuviste nunca. El sabor del instante exacto en el que olvidas algo delicado pero queda la certeza de que en algún momento lo supiste. Los gritos de los niños que esquivan las paredes y llenan las habitaciones de dislexia y preguntas a destiempo...



Presta atención. Nos vamos. Deja de sumar nuestras fechas de nacimiento, el temblor en las rodillas, los árboles desnudos. Nos vamos. Recoge lo imprescindible, los puños cerrados y los ojos abiertos que te queden. Se acabó el cruzar delante del geriátrico, los hoteles que sólo existen a las cinco de la mañana y las caras de piedra en los vagones. Ya no más necios que hablan a destiempo, neveras vacías ni hospitales atestados. Nadie volverá a rompernos, a pronosticar el viento o a pronunciar nuestros verdaderos nombres. Lo quemaremos todo. 




Presta atención. El recorrido es sencillo. Cruzamos las calles dormidas y las ventanas ciegas. No mires ningún ascensor abierto ni leas ningún cartel de salida de emergencia. Recuerda que cualquiera nos delatará. Nos encontraremos donde siempre, en la última estación de la línea abandonada. Yo llevaré la rabia y tú la llama. Desde allí, lo quemaremos todo un segundo antes de que despierten. Los veremos arder en su propia envidia. Después, será nuestro turno.




Nos vamos.



jueves, 2 de enero de 2014

alguna parte.


Esta ciudad es terca con la lluvia.

Los que caminan aquí dan pasos enormes.
Miran a veces. Los miro a veces.
Encuentro espaldas.

Me acecho en cualquier esquina para robarme
lo que me queda en los bolsillos,
un par de dientes y alguna palabra equivocada. 

Todo el proceso del día, infinito,
para llegar hasta el sueño 
y sudar otros lugares.

No recuerdo el propósito, sólo habitaciones,
y quedan restos de cicatrices y 
                                                tatuajes.


He perdido algo en alguna parte.
Me he saltado alguna estación.
He olvidado un nombre.
Medí mal alguna distancia.
Bebí hasta hartarme.
Se rompió en mis manos.
No me vestí para la ocasión.
Esperé demasiado.



Imagino un lugar donde no estoy.